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MEDITACIÓN: PERCIBIENDO A DIOS EN TODO

El siguiente fragmento es un extracto del Tratado XI del Corpus Hermeticum. Éste aborda una profunda meditación transmitida por Poimandres a Hérmes Trismegisto con la finalidad de experimentar a Dios a través de su manifestación en todas las cosas.


“Es preciso que reflexionemos ahora, en particular, sobre algunas de las cosas expuestas. Medita, para empezar, sobre que todo está en Dios: esto no se ha de entender en el sentido de que esté en él como en un lugar, ya que el lugar es un cuerpo, un cuerpo inmóvil, y lo que está emplazado no tiene movimiento, muy al contrario, las cosas están en Dios en apariencia incorpórea.


Piensa entonces en el que contiene todas las cosas y considera que nada, sino él, puede circunscribir lo incorpóreo ni de forma más rápida y capaz, que es el único incircunscripto y el más rápido y capaz.


Si alcanzas a pensar de este modo en tu propio yo, ordena a tu alma que se encamine hacia el Indo y allí estará más rápida que tu propia orden; exhórtala a ir en busca del Océano, que allí estará de inmediato, tan veloz como si ya estuviera allí desde siempre sin haberse trasladado de un lugar a otro. O incluso ordénale que vuele hasta el cielo que no necesitará alas y nada habrá que pueda obstaculizar su ascensión, ni el fuego solar, ni el éter, ni la rotación, ni los cuerpos de los otros astros, sino que se abrirá paso a su través hasta alcanzar el último cuerpo. O si quisieras, en fin, ir más allá y traspasar el mismo universo para contemplar lo que hay fuera, si es que hay algo fuera del cosmos incluso eso podrías hacer.


Observa cuán inmensa es tu potencia y rapidez, y si tú eres capaz de hacer todas estas cosas, ¿no lo va a poder hacer Dios? Has de entender, por tanto, a Dios de este modo: tiene en sí mismo todas las cosas como pensamientos, tanto al cosmos como a sí mismo y al todo.


Pero para poder concebirlo es necesario que te vuelvas igual a él, pues sólo lo semejante conoce a lo semejante. Es preciso, por eso, que salgas de todo cuerpo para poder así agrandarte hasta su tamano inmensurable; que te sitúes más allá del tiempo para que puedas convertirte en eternidad; sólo entonces podrás conocer a Dios. Porque si te haces cargo de que nada te es imposible, habrás entendido que eres inmortal, que puedes conocer todas las cosas, todo arte, cualquier ciencia y las características de cualquier ser vivo.


Sube, pues, más alto que la cima más elevada y desciende más abajo que la profundidad más insondable. Reúne en ti mismo todas las sensaciones de las cosas creadas, la del fuego, la del agua, la de lo seco y lo húmedo. Piensa que estás en todas partes, en la tierra, en el mar y en el cielo; que todavía no has sido engendrado, que ya estás en el seno materno, que eres joven, que eres anciano, que ya estás muerto y que te encuentras más allá de la muerte. Cuando aprehendas todas estas cosas a la vez, los tiempos, los lugares, las sustancias, sus cualidades y cantidades, podrás conocer a Dios.


Pero ¡ay de ti!, si aprisionares el alma en el cuerpo, si la infravalorares diciéndote: "No puedo pensar, me siento incapaz de hacer nada, me da miedo el mar, no puedo subir al cielo, no sé quién era ni quién seré"; no pretendas entonces conocer a Dios, no pretendas poder pensar cosas bellas y buenas si amas el cuerpo, si eres malvado, pues la suprema maldad es ignorar lo divino. Por el contrario, sentirse capaz de conocer, desearlo y tener esperanza en conseguirlo es el camino adecuado, derecho y fácil que conduce hasta el bien; él te acompañará en cualquier recodo de tu camino, él se te manifestará en todas partes, donde y cuando menos te lo esperes, estés despierto o dormido, mientras navegues o cuando camines, de noche o de día y tanto si hablas como si callas. Pues nada existe que no sea él.


—Y si a esto repusieras: "¿Pero no es Dios invisible?", yo te contestaría: "habla con piedad, ¿es que existe algo más visible que Dios?", porque él hizo todas las cosas precisamente para que le veas a través de ellas; de modo que éste es el bien de Dios, esta es su excelencia, manifestarse a sí mismo por medio de todas las cosas. En realidad, no hay nada que sea invisible, ni siquiera entre los seres incorpóreos, pues el pensamiento mismo se hace visible en el pensar y Dios en el crear.


Hasta este punto, Trismegisto, te han sido reveladas estas cosas, considera del mismo modo todas las demás y no te equivocarás.”


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